jueves, 15 de diciembre de 2011

VIAGEM A PORTUGAL

Sí, de nuevo Portugal. Cuando llegan estos días de diciembre solemos viajar a Portugal y lo hacemos en compañía de amigos de la infancia y amigos que el tiempo y las geografías nos han ido regalando. En esta ocasión el destino ha sido São Martinho do Porto, un lugar de una belleza extraordinaria y donde la mar parece querer quedarse para acariciar las dunas de una intimista bahía. Nos alojamos en el Residencial Atlântica, 40 euros con desayuno incluido, un desayuno extraordinario donde abundaban magníficos quesos y frutas y, sin duda, el mejor café de hotel que hemos probado.
La primera cena la realizamos en Pesca no Prato, un pequeño restaurante ya conocido por estos viajeros, que se sitúa en el viejo muelle, ahora ya sin barcos. Lubinas salvajes, salmonetes, almejas, sargos… que acompañamos con un delicioso Vinha Da Defesa blanco, de Heredade do Esporão. Finalizamos con dulces conventuales, cafés y aguardente velho. El precio, más que razonable: 25 euros por persona. Sin duda, el mejor sitio de São Martinho. Tras la cena, un paseo entre las dunas hasta alcanzar la gran duna de Salir do Porto. No lejos de São Martinho está Alcobaça, acogedora ciudad conventual. A ella llegamos tras media hora por autopista. Entrar en el Monasterio Cisterciense de Alcobaça es sentir toda la fuerza de una arquitectura poderosa que se nos muestra prodigiosamente limpia y vertical en su nave central. Después vendrán los claustros, las imponentes cocinas y también la terrible y hermosa historia de amor entre don Pedro I de Portugal y la española Doña Inés de Castro.
Dejamos el monasterio sintiéndonos pequeños, abrumados por los ahora solitarios espacios. Abandonamos Alcobaça camino de la modernista y termal Caldas da Rainha. Aquí nos espera su mercado agrícola lleno de perfumes agrarios, de voces anunciando frutos. Junto a esta plaza se alza el Mercado del peixe donde nos encontramos con un intenso perfume yodado, el que nos traen los pescados recién salidos de las embravecidas aguas atlánticas, que de aquí se encuentran a escasos diez kilómetros. Nadadouro se alza sobre un pequeño promontorio desde el que se alcanza una de las mejores vistas de los Lagos de Óbidos, fertiles en almejas, lenguados y anguilas que encontraremos en elaboraciones muy marineras. Es a esta cocina de pescadores a la que acudimos. Lo hacemos en el Restaurante Pátio dos Amigos. Sencillamente espectacular su Ensopado de Enguias, un ancestral guiso marinero que, si encontramos anguilas, podremos hacer en casa. En Elvas o en Portalegre resultan fáciles de encontrar. La receta del Pátio dos Amigos viene a ser así: hacemos un sofrito de ajo, cebolla y tomate sin olvidar una hoja de laurel. Cuando el sofrito está en el punto de transparencia le añadimos las anguilas cortadas en trozos, un toque de pimentón y un vaso de vino blanco. Dejamos hacer a fuego lento moviendo la cazuela con suavidad y ya en el último minuto ponemos sobre el guiso unas rebanadas de pan frito. Espectacular. Acompañamos este guiso con un José Sousa tinto del 2004. Precio por persona 15 euros. Pero antes del suculento ensopado abrimos boca con unas Amêijoas à Bulhão Pato. Después vendrá Peniche y la mirada a las Islas Berlangas. Es el Atlántico que se inicia poderoso sobre los acantilados. De nuevo São Martinho, el Residencial Atlântica. Sueño. Habitaciones cálidas y desayunos para la memoria. Partimos. Queríamos alcanzar los dólmenes del entorno de Castelo de Vide y el Menhir de Meadas. Aquí de nuevo empequeñecemos frente al tiempo, frente a los viejos misterios del hombre. En Castelo de Vide buscamos el calor del vino alentejano en la Tasca do Benfica, un lugar al que siempre acudimos y que nos resulta entrañable por su decoración y por los apacibles parroquianos que hasta ella acuden al encuentro de unos vinos artesanales, unos vinos cargados de largos y profundos aromas a uvas maduradas al sol del alto Alentejo. No lejos de Castelo de Vide, ya camino de España, el Río Sever. Junto a él tres de los mejores restaurantes de La Raya portuguesa: Mil Homens, Zé Calha y Sever. Es este último el elegido, y en él toda una demostración de cocina honesta elaborada a base de productos de primerísima calidad y siguiendo una rica y larga tradición culinaria. Açordas, sopa de castanhas, sopa de legumes, bacalhau assado no forno, perdiz brava, tripas de borrego, coelho…Todo ello con una perfecta ejecución. En esta ocasión el vino procedía de la Cooperativa de Portalegre, un extraordinario Quinta da Cabaça tinto. El precio razonable: 25 euros. Ya en casa, en la Plaza Mayor de Cáceres, nos esperaba Auguste Rodin y sus Caballeros de Calais.

2 comentarios:

ancari dijo...

Recorrer los caminos de los vecinos portugueses, detenerse en esas visitas monumentales y recrearse en esa playa de Sao Marthino es siempre un placer. Pero lo es mucho mas en compañía de amigos tan dispuestos e incansables. ( algún DIA deberíamos enseñarles a echar las copas ) .
El viaje debe continuar. Los caminos y las mesas nos esperan y nosotros siempre dispuestos.

CORALINE dijo...

Para soñar